1.
Hace tan sólo unos meses, me pareció oportuno dedicarle este espacio a la
revista Fierro, cuya segunda encarnación cumplía por aquellos días diez años
ininterrumpidos en los kioscos. El informe, que abarcó tres entregas, no fue
algo exhaustivo ni proponía ningún análisis crítico demasiado profundo. Era
apenas un repaso por algunas de sus “estaciones”, a modo de celebración. ¿De
qué exactamente? De la mera permanencia a pesar del evidente estancamiento. Y
antes de tipear una frase más, dejo en claro lo siguiente. Por una cuestión
sencillamente generacional, no he tenido prácticamente contacto con la primera
época de Fierro. Siendo yo clase 1985 de nacimiento, nadie de mi entorno
familiar la leía o tuvo circunstancialmente algún ejemplar para que yo pispeara
(y tampoco me compré ninguna usada en Parque Rivadavia, ponele). Por eso me abstuve
en dicho informe, al igual que ahora, de hacer cualquier comparación entre
aquélla Fierro y la que tuvo continuidad entre fin de 2006 y el corriente mes
de Marzo. Es con esta última etapa que me identifico fuertemente, porque dicho
período tiene su correlato a nivel personal, igual de frondoso en momentos
álgidos y de los otros. No son poca cosa diez años, cabe de todo en ese tiempo.
La celebración, entonces, también implicaba otras cuestiones generacionales. ¿Cómo
cuáles? Como ya conté en este blog otras veces, yo como lector de historieta me
empecé a formar a fines de los noventa, cuando la primera Fierro había dejado
de salir hacía rato. Tampoco es ninguna pavada, entonces, contar con una
revista de historietas cada mes en el kiosco. Los pibes de la generación
siguiente a la mía, tuvieron en estos diez años ese privilegio. Más allá de que
la nueva Fierro no fuera perfecta. Durante este período, varios de los autores con los que yo me había deleitado en aquél fin de
siglo, y que daban sus primeros pasos en ese entonces, demostraron estar en plena madurez creativa. Por eso fue un garrón saber que
finalmente el ciclo se cerraba abruptamente este mes. Más allá de cierto amesetamiento.
Porque si bien de sus páginas surgieron obras a las cuales yo no dudo en
considerar clásicas, a partir de determinado momento la constante fueron ciertos plomazos
interminables, o historietas hechas con poca gana o compromiso.
"Es to-to-todo amigos..." Apocalíptica tapa de Parés. |
Es claro que yo tengo mis preferencias, como
todo el mundo. Un aspecto clave de la
revista, el cual siempre defendí, fue su carácter ecléctico: en sus páginas
había historieta para todos los gustos. Obviamente fueron montones las veces
que maldije al abrir un ejemplar nuevo y comprobar que el porcentaje de
material acorde a mi sensibilidad, apenas llegaba al cincuenta por ciento, y a
veces menos. Leí por ahí algún comentario en el cual alguien señalaba que no
estamos hablando de un organismo público, en el cual deben primar criterios de
selección democráticos. Totalmente cierto. Pero no casualmente se me coló la
palabra selección dos oraciones atrás. Al igual que ocurre con el combinado
nacional de futbol, todos queremos ser el DT. Todos creemos tener la posta y
saber quién tiene que estar en el equipo, quién está capacitado para jugar y
quién no está a la altura. Y si bien una cosa es la Selección Nacional
de futbol y otra una simple revista de historieta, cabe mencionar que Fierro se
autodefine como LA Historieta Argentina ,
desde el subtítulo en la portada. Y ha sido durante estos diez años y piquito, la UNICA revista de historietas
de alcance (relativamente) nacional presente en los kioscos. De ahí su
importancia para tantos lectores, entre los que me incluyo. ¿Por qué no
pensarla como exponente de la historieta argentina actual hacia fuera? Si
volvemos a la analogía futbolera, la otra cara de la moneda sería la legión de
compatriotas guionistas y dibujantes que “juegan” en el mercado yanki o europeo.
Todos ellos nos representan maravillosamente en dichas latitudes, donde el
mercado de la historieta tiene otro volumen, mucho más amplio o masivo, si se
quiere. Pero también es importante poder publicar en tu país, en tu idioma y
con tus códigos, para la gente que te rodea. Y sobre lo que yo venía a pensar
hoy acá, era sobre eso. No tanto acerca de los pormenores del cierre de Fierro (que
tampoco es tal, sino un cambio de periodicidad y formato). Que si fue porque le
sacaron la pauta oficial, que si vendía bien o mal. Tampoco sobre el tole-tole
(para onomatopeyar el asunto) que generó el reportaje a Lautaro Ortíz en Comiqueando, en el cual ponía en entredicho la contribución de las editoriales
independientes al crecimiento de la historieta argentina. Aunque todos esos
ingredientes también formen parte del guiso. Hablo de la importancia de tener revistas de historieta, sea en formato antología o el que fuere. Empiezo a
tirar las preguntas: ¿Por qué en diez años, no salió ninguna revista a competir
con Fierro o a complementarla? ¿Una revista de historietas necesita sí o sí
depender de una empresa multimedios para sostenerse? Si se te ocurren posibles
respuestas o inclusive otras tantas preguntas, bienvenidas todas.
2. Hace dos años, aproximadamente, me
recontra enganché a leer manga. Mejor dicho, un manga en especial. Hasta
entonces no había encontrado ninguno que me llame la atención, o al menos la
suficiente para ganarle a otras historietas a la hora de elegir qué leer. Se
trata de Bakuman, escrito por Tsugumi Ohba y dibujado por Takeshi Obata,
publicado en nuestro país por Editorial Ivrea. Te cuento brevemente de qué va:
dos adolescentes que aún cursan la secundaria, deciden dedicarse a la
historieta. Uno como guionista y el otro como dibujante (como no podía ser de
otra manera). Además de vocación, los motivan otras cosas que no vienen al caso. La cuestión es que consiguen hacer contacto con la editorial
Shueisha, que realmente existe en Japón, así como la revista Weekly Shonen
Jump, donde finalmente comenzarán a serializar sus mangas. Y ya desde borregos,
le van a poner el alma para lograr cada una de las metas que se van poniendo a
lo largo de los veinte tomos que dura la historieta, en la cual los veremos
crecer en edad pero sobre todo en chapa alcanzada.
Takagi y Mashiro sueñan ser leyenda del manga. |
Desde ya que la súper recomiendo porque está
escrita y dibujada maravillosamente, con un ritmo que no decae jamás aunque con
el discurrir de cada libro algunos aspectos de la trama pasan a segundo plano
para dar paso a otros. ¿Por qué traje Bakuman a una nota que comenzaba
hablando sobre Fierro? Porque más allá de los conflictos entre los personajes,
el gran valor que tiene esta serie es el de mostrar un poco desde adentro la
industria del cómic japonés: citando permanentemente autores y obras emblemáticas; dando
cifras y promedios de tiradas y duración
de series; mostrando cómo es el método de trabajo de los artistas, así como sus
ritmos (a destajo siempre, pendientes de un sistema de encuestas a los lectores
que mide el rating mes a mes de cada serie); abriendo las puertas de una
redacción para que conozcamos las jerarquías entre editores, contraponiendo sus
criterios acerca de cómo tratar con los artistas o enriquecer cada serie;
viendo a los artistas desafiarse y estimularse mutuamente en rivalidades que
los retroalimentan, al igual que los editores aconsejándose uno al otro sin
dejar de competir por el espacio en la revista para sus series a cargo. Leyendo
Bakuman se aprende muchísimo sobre manga. Además tiene muchísimo humor (que se
aprecia notablemente en virtud de la traducción, que es fabulosa) y, si dibujás
o escribís historieta, te deja siempre con las pilas cargadas de ganas para
laburar. Desde ya que debe haber muchos aspectos no tan brillantes de la
industria del manga que Ohba pasará por alto, pero tampoco pinta un jardín de
rosas. Uno bastante espinoso, en todo caso. Y acá viene la respuesta a la
anterior pregunta. Cada vez que leo Bakuman, me quedo pensando qué copado debe ser para
los ponjas tener tanta oferta de historieta. Tantas revistas para elegir, cada
una orientada a un público diferente (igual que los yankis o los europeos, ya
sé, no es nada original lo que estoy planteando, tampoco). Pienso en dos pibes
como los protagonistas de Bakuman, pero laburando en DC o una antología
francesa. Pienso en lo interesante que es la cocina de una revista de historietas. Acá lamentablemente hace rato no existen redacciones dedicadas enteramente a la historieta.
En el párrafo anterior le huí (creo) al
facilismo de echar culpas o tirar mierda irreflexivamente. Ahora le escapo también a
las frases de manual tipo “porque acá es todo berreta”, “ellos están más
evolucionados culturalmente” o “en esos países no la cagan con política”. No, ninguna de esas pavadas entran acá.
Vine con esto hoy por el simple gusto de pensar e imaginar que me encantaría
que Fierro siguiera saliendo cada mes. Con cambios, obvio. Pero que esté ahí.
Que salgan otras Fierro, otras Skorpio, revistas nuevas con conceptos diferentes a los que conocimos hasta ahora. ¿Por qué no hay una revista
exclusivamente de historietas para chicos? ¿Qué experiencia falta hacer,
que no se haya hecho aún? Pensar, imaginar, crear. ¿Cómo será la Historieta que
queremos? Porque todos queremos poder seguir leyendo historietas acá. Se
multiplican los web comics y los fanzines, las ferias donde conseguirlos. Las
editoriales independientes no dejan de agrandar sus catálogos. Los guionistas siguen
escribiendo y los dibujantes no sueltan el lápiz. Pero no son islas (o al menos se supone que no lo sean),
son eslabones de una cadena. Y las revistas de historietas son un eslabón importantísimo. En la experiencia de Fierro, con sus grandes aciertos y sus puntos
flojos, hay claves del futuro. Sólo hay que tener sentido crítico del bueno
para interpretarlas y construir algo nuevo con eso. Con respecto a cómo será la Fierro trimestral, es todo
hermetismo y secreto. Yo espero lo mejor siempre. Habrá que ser paciente y ver. Buenos días.
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