domingo, 4 de septiembre de 2016

¡Felíz día de la Historieta!

De vuelta al ruedo luego de una breve pausa, no podía dejar de celebrar el Día H reseñando alguna de mis últimas lecturas.  Antes de empezar, tengo que mencionar que dos de las obras de las que hablé en este espacio y que habían sido publicadas on-line, ya cuentan felízmente con su edición en papel. ¡Y muy bellas por cierto! Me refiero a "El Dormilón" de Santullo y Aón (Loco Rabia/Belerofonte) y "Sereno", de Luciano Vecchio (Gutter Glitter). Así que ahora vayan a buscarlas porque valen la pena. Ahora sí, la reseña de hoy. Otro imperdible...

1. Química y cómic.

Hace pocos días citaba en el Facebook de Al Rescate aquella canción de Calamaro que aludía a las historietas nacionales como cimientos intelectuales. La primera vez que escuché la palabra alquimia fue en boca de Nekrodamus, aquél personaje creado por Oesterheld y Lalia. Me sorprendo y me divierto evocándolo hoy, Día de la Historieta, mientras juego con las palabras y confirmo que todo se relaciona con todo y cuánto aprendí leyendo historietas. De química, por ejemplo, al comprobar que para contar una historia en cuadritos como corresponde no da lo mismo quién dibuja cada guión. Nekrodamus surge únicamente de la combinación entre los mencionados Oesterheld y Lalia, los cuales a su vez dieron lugar a otras muy buenas obras al combinarse con otros dibujantes y guionistas, según el caso.
Cuando la resurgida revista Fierro volvió a los kioscos hace ya casi diez años (tema que abordaremos oportunamente), hubo en sus páginas un interesante experimento: ¿Y si Juan Sáenz Valiente dibujara guiones de Pablo De Santis?

2. De tinta invisible, Arenas y Cobalto.

Bastaron tres pruebas para que la dupla contribuyera definitivamente a limpiar el óxido de Fierro. Tres historietas breves (El Auto de Siriapo, Tinta Invisible y La pluma de las historias tristes), en las que se prefiguraba un estilo. Finalmente vio la luz El Hipnotizador, la atrapante historia de Arenas, un hombre al que le fue robado el sueño y que incluía todos los ingredientes necesarios para convertirse en clásico: los personajes, los climas y los fondos, con las dosis justas de suspenso, misterio y humor.
Terminada la serie (recopilada en libro y hasta adaptada para televisión), el binomio se dividió y cada parte se volcó a nuevos proyectos y sociedades. De Santis retornó a la literatura (su hábitat más frecuente) y en Fierro publicó Justicia Poética junto al cubano-boliviano Frank Arbelo (también recopilada hace poco). Sáenz Valiente, por su parte, publicó dos interesantísimas obras como artista integral: Norton Gutiérrez y el collar de Emma Tzampak (insoportablemente inédita en la Argentina) y La Sudestada (editado por Hotel de las Ideas, y ganadora de dos premios Trillo en el último festival Crack Bang Boom de Rosario). Todas muy buenas obras. Pero no éramos pocos los que nos quedamos con ganas de leer más historietas de este verdadero dúo dinámico, y que empezábamos a padecer la abstinencia. Por eso cuando hace ya unos cuántos meses, se hizo público el trato que guionista y dibujante cerraron con el Hotel de las Ideas para trabajar nuevamente juntos,  aumentaron las expectativas. El resultado no podía ser más óptimo y lleva por título el que ha sido, indudablemente, el ingrediente clave: Cobalto.


3. Co + Cu + Zn

Cobalto es nuestro protagonista, un tranquilo farmacéutico especialista en recetas magistrales, que atiende con suma amabilidad a sus ancianas clientas y gusta de volver a casa caminando al atardecer, cuando baja la persiana de su farmacia. ¿Cómo?, ¿no aparece empuñando un arma en la tapa del libro? Bueno, sí. Es que Cobalto no fue siempre un apacible farmacéutico. Así es como lleva adelante su retiro. Cobalto fue alguna vez un agente secreto, por eso ese porte a lo Boogie. ¿Pero cómo es que cambió las balas por los tubos de ensayo? Y bueno, no debe ser fácil la vida de espía y asesino. Sabemos que en algún momento enviudó (¿o será parte de su fachada de hombre común?) y que terminadas ciertas misiones le fue concedido el retiro con los haberes mensuales correspondientes a cargo de la organización para la que prestaba servicio. A condición, claro, de poder volver a ser reclutado “sólo si surge alguna circunstancia extraordinaria”, como la que parece ser que se impone. Así se lo hacen saber el agente Cobre y su antiguo jefe, Zinc.
Aparecen aquí los elementos típicos en las obras de De Santis: las conspiraciones oscuras, los misterios develados pista a pista, la ciudad anclada en un tiempo impreciso. Todo contado por un Sáenz Valiente muy alejado del estilo que le conocimos en El Hipnotizador y La Sudestada, pero claramente reconocible. Bien personal y brecciano al mismo tiempo. Interpretando a la perfección el mundo de De Santis no sólo en el diseño de los personajes, que es fantástico. Cuando el escritor sugiere “una nueva arquitectura”, refiriéndose a la conspiración que se cierne, el dibujante lo refleja además en los edificios y las esquinas, que son personajes también. Guionista y dibujante cierran la historia sin giros de tuerca rebuscados. Eso sí, con yapa. La publicación de esta obra recupera aquellas tres historietas cortas que el tándem hiciera para Fierro y que iban rumbo a quedar perdidas en el camino. Bien por el Hotel, que suma otra gema a su catálogo.
Con la publicación de Cobalto, entonces, Pablo De Santis y Juan Sáenz Valiente demuestran que no existen las fórmulas mágicas para contar una buena historia, pero que ellos poseen su propia receta magistral. Y que esta le hace bien a la historieta.





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